Cuando escuché la noticia de que Netflix iba a adaptar Death Note a la gran pantalla tuve sientimientos contrapuestos. Por una parte ya me gustaban mucho las películas a imagen real que se estrenaron en 2006 (Death Note y Death Note: The last name); pero por el otro me seducía la idea de ver otra película de Death Note, esta vez de la mano de Netflix.
Lamentablemente, mi seducción se ha ido truncando cada vez más según iban pasando los minutos del largometraje. ¿Dónde quedó la batalla intelectual entre Light y L? ¿Dónde quedó la esencia misma del manga?
No tengo problema alguno con que cambien parcial o totalmente el argumento del manga. De hecho, en las películas del 2006 que antes he citado el argumento es cambiado notoriamente, y a pesar de eso es la versión que, ha día de hoy, más me gusta. Más incluso que el manga, que es a fin de cuentas la versión original.
Lo que no puedo tolerar es que se hayan cambiado las personalidades de los dos protagonistas del argumento. Tanto L como Light Yagami (Light Turner en la versión de Netflix, por eso de que es americano y no japonés) no son ni la sombra de lo que se suponía que eran. Mucho se dice de que son muy inteligentes... pero el asunto es que no veo inteligencia en las casi dos horas de proyección. Muchos sentimientos, entusiasmo e impulsividad, pero poca inteligencia.
A pesar de que ya empezaba a odiar hasta cierto punto el largometraje, me he negado a pausarlo y he intentado acostumbrarme a ese nuevo look descafeinado de Death Note. Afortunadamente, se me ha sorprendido gratamente en el desenlace, pues cuando parece ser que ya todo estaba perdido, uno de los protagonistas, a pesar de no estar ni a la sombra del original, parece volver al redil de la inteligencia a la hora de actuar.
En definitiva, una película más para el cajón desastre de los largometrajes americanos basados en mangas japoneses. Calidad ligeramente superior a DragonBall Evolution. Con es lo digo todo.