Medio estado español se escandalizó con la publicidad con la que Netflix tapó una fachada donostiarra. Criticada por unos y admirada por otros, no dejó indiferente a nadie. Netflix sabe muy bien como hacer una buena promoción de sus productos.
Una vez sembrado el germen de la promoción, rápidamente todo el mundo quiso ver la película después de que se estrenase, y yo no he sido menos. Del mismo modo que la promoción, la película tampoco creo que deje indiferente a nadie.
La películas nos presenta cuatro personajes protagonistas bastante planos. No veo demasiada evolución durante el largometraje en ninguno de ellos. Que hay algo está claro, pero he visto muchas películas de animación con mayor carga emocional en los personajes.
El argumento tampoco ayuda demasiado. Falto de ritmo, pendientes de algo que no termina de llegar, el espectador se aburre casi tanto como se aburren los personajes del largometraje. Tiene sus momentos graciosos en los que no puedes contener la risa, sí; pero poco más. Los actos se van sucediendo de manera bastante evidente, sin mayores sorpresas ni tramas secretas hasta llegar a un desenlace más que obvio.
En definitva, lo mejor de esta película, desde mi criterio, fue la gran polémica que suscitó el cartel de promoción. La película es para verla una vez y olvidarte de ella, creo yo.
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