Esperada secuela de esta nueva franquicia cinematográfica que se nos presentó hace tres años. Sinceramente, no esperaba que tuviese una secuela, pero no negaré que me agradó saber que así iba a ser.
Antes de nada, he de admitir que como desconozco si las versiones cinematográficas son fieles o no al cómic, daré por hecho que no es así a lo largo de la reseña.
Imagino que los guionistas imaginaron que la secuela perdería mucho peso sin el personaje de puro gentleman que es el interpretado por Colin Firth, por lo que buscaron una forma del estilo Kingsman para recuperar su personaje. Ciertamente me disgustó verle en los carteles iniciales y desde el primer tráiler, pero acerté al suponer que su vuelta no era sino una herramienta más, que argumentalmente no era nada que necesitase ser guardado bajo un gran secretismo.
Ciertamente, el argumento mejora una barbaridad una vez dicho personaje aparece, pues no imagino al servicio secreto Kingsman sin ese deje británico tan estereotipado. Aunque el papel de Taron Egerton es formidable, su personaje necesita beber del de Colin.
He de admitir que las escenas no son tan exageradamente canallas como en la primera (bendita escena de la iglesia), pero que aun y todo mantienen un gran nivel. Musicalmente hablando, me sigue gustando ese aprecio que tienen (a su manera, todo sea dicho) a las canciones del pasado. Mención especial merece para mí la importancia que le dan a una de mis canciones country favoritas: "Take me home, country roads".
En definitva, esta franquicia desenfadada de un servicio secreto británico alejado del universo Bond que realmente me gusta y que, de seguro, gustará al espectador juvenil. Mezcla coherente de diferentes generaciones desde el punto de vista psicológico y cultural.
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