Películas basadas en novelas hay muchas. Todas tienen sus luces y sus sombras, pero pocas me parecen de una calidad digna de subrayar. Asesinato en el Orient Express es una de éstas.
Un reparto de lujo no siempre es sinónimo de una buena película. Muchos son los casos en los que hay demasiados actores de élite que, por diversas circunstancias, no terminan de casar como es debido en un largometraje. No es así en la adaptación cinematográfica del libro de Agatha Christie.
Todos son sospechosos, nadie parece ser el asesino. ¿Serás capaz de ayudar al detective? Personalmente, viví la película como si de una película interactiva se tratase; como si yo mismo estuviese en ese tren, haciendo de ayudante del detective. El argumento me atrajo con una gran incógnita como gancho y desde el principio quise adivinar antes que Hércules Poirot al culpable del asesinato. Y al final, nada pude frente a su calidad. Para cuando yo lo empecé a intuir, el ya lo sabía.
El ritmo de la película, como suele ser lo habitual en estos casos, es bastante pausado. Algo que deben saber todos los espectadores que acuden a las salas de los diferentes cines a lo largo y ancho del globo, pero que por lo visto en mi ciudad no sabían. Me tocó de todo, desde el joven que estuvo tres cuartas partes del largometraje jugando a poker desde su smartphone hasta la mujer que decidió echarse una cabezadita. Es una pena que este tipo de perfil de espectador exista; pues luego son los que más critican el precio de las entradas y que antes de que comience la película se proyecten anuncios durante media aproximadamente. Afortunadamente estos espectadores que he comentado no me distrajeron demasiado de mi visionado. [Sí, querido lector, es por cosas como estas por las que disfruto más de una sala semi-vacía e intento no ir a los estrenos de las películas a no ser que me atraigan especialmente]
Dejando la crítica social y volviendo a la película; como ya he dicho el ritmo es bastante pausado. Obviamente, una buena intriga no puede ser frenética, pues si hay mucha acción no hay lugar al misterio, a las dudas y a la intriga. Los diferentes actos de la película se van sucediendo ritmo in crescendo hasta llegar al clímax, que es en esa postal casi religiosa que se nos ofrece, con todos los acusados sentados tras una mesa larga esperando a escuchar el veredicto; como si de la famosa última cena de Jesucristo se tratase.
En definitiva, una obra maestra de la literatura adaptada con maestría en la que actuaciones, ritmo, argumento y fotografía bailan al mismo son para darnos un producto de calidad suprema.